lunes, 13 de diciembre de 2010

El banquete de los acuerdos

La mayoría de las veces se escucha: Ponerse de acuerdo no es tarea fácil. Y claro, resulta tan difícil porque la mayoría de las veces, en realidad, no se quiere poner de acuerdo. Diálogos, convites, encuentros, miradas y tratos, son el intercambio en el que nadie se quiere quedar con una parte de lo que el que está enfrente, le ofrece.

En la marcha del festejo por convenir en algo, surgen agrupamientos por afinidades, que llevan a nada. Que si es alguien que está cerca, que si somos del mismo color, que si hablamos una misma lengua, que si soy de billetera gorda o que si nos hemos caído bien los últimos años. En esta segmentación, queda evidente que entonces, los bloques siguen existiendo, que el multilateralismo es de alianzas, proclives a segregaciones.

En la diversidad, destellan los matices que siempre me han gustado. Aquí se pueden ver las faldas tablonas que son majestuosas; otros visten de pantalones negros o azules combinados con superiores en blanco o rosa, tan sobria elegancia como sus diseños mentales; aquellos de enfrente, visten una franja bordada en el costado de sus camisas para enaltecer un legado, del cual se afrentan detrás de la cortina y que a otros, siempre de tez más blanca, entregan.

Han pasado doce días para ponerse de acuerdo, y las citas no acaban, las pláticas son variadas en escenarios y banderas. El azul universal se ha socorrido de otros tres colores radiantes. Obreros visionarios sabemos que no es tarea fácil llegar a un acuerdo, y aún así, hemos puesto la mesa, los manteles y los platillos del banquete. En esta hora, ya se han sentado los invitados al festín. Hemos dado una fiesta para que conozcan nuestra casa, los deleitemos con pan de maíz, para que más tarde, saciados, prueben nuestro dulce de leche.