viernes, 15 de enero de 2010

Cinco ángeles haitianos

Existe una línea que fragmenta un territorio. Hay una greca que parte la isla en dos guaridas, la más pequeña es la menos afortunada aunque la otra no esquiva la desventura. Es un montículo que se fracciona, ahí -como en el mundo- no se presentó una oportuna decisión para pertenecer a un segmento, hoy se es dominicano o haitiano por causa de la historia, se agradece al ímpetu conquistador de la Europa expansionista, se tiene como autor al dedo divino que acomoda los muñecos de la maqueta terrenal y a la separación firmada de la isla entre Francia y España bajo el Tratado de Ryswick con tinta que trazaría la dramaturgia de la fábula devastadora sí consumada en esta tierra.

Magia, tomar el hilo de una conversación en las montañas de la sabana perdida dentro de la urbe dominicana con seres a los que esta barriada les parece el paraíso sólo cruzando la indomable franja. Jóvenes virtuosos, con pieles de hojas de cebolla blanca, hombres forjados bajo el sol del caribe haitiano y alentados con abrazos aún más calurosos de una madre que los ha despedido con anhelante llanto al marchar a tierra próspera.

Luca cocinaba arenque (fue el mejor hallazgo del viaje), yo era el crío de esa casa. Samuel después de llegar de dar clases de francés, créole e italiano en la Universidad de Santo Domingo me prestaba l´ordinateur y cuidaba de mí todas las noches. Santiago jugaba conmigo en la calle empinada y era la estrella beau de la tropa. Louis platicaba toooda la tarde, me enseñaba una pila de palabras en créole. Dominique llegaba tarde a casa, después de trabajar en el mercado, en aquel desordenado y alterado espacio de vendimias, donde al verme un día jueves me invitó a adherirme a su hogar comunal, a mirar y conocer, a mirar y reír, a mirar y comer, a mirar y pasear, a mirar y vagar, a mirar y regañar, a mirar y querer, a mirar y realmente ver y creer en seres alados, en esos chicos enormes que se sulfuraban cuando sólo pasaban dos días y desde Puerto Plata no les hacía una llamada.

Sabana perdida, perdida y encontrada por cinco chicos haitianos inusitados en busca de sueños juveniles, de ilusiones carnales, de fantasías tangibles, de delirios humanos, de simple vida humana.
Sabana perdida, perdida y encontrada, donde ángeles del caribe fueron hallados por un niño mexicano.

Para:
Dominique, Samuel, Luca, Santiago et Louis.

jueves, 7 de enero de 2010

Arriba del camino

Un día de los de hoy caminé una calle en cuya curvatura me percaté que estoy solo, que mi cuerpo me pertenece y cuya mente, que vive incrustada tratanto de dictar los pasos de los pies de este cuerpo, puedo dirigirla, estando y sintiéndome solo palpe los hilos del empoderamiento, los empecé a tutelar, rara empresa en mi experiencia.

Dí pasos cuyo ritmo inauguralmente entendía, sentí gran parte de lo que contienen y movilizan mis piernas, las sentí mías. Ni el aire ni la pierna del pantalón fueron barrera para hurgar entre mis pieles. Era una pierna, era la otra, es mi alma sin alcoba, es mi espíritu danzando en la pista terrenal, es que floto en las praderas de los hoy, es que avanzo desde el mismo lugar, es no creer palabras.

Es respirar los soplos que mis entrañas origen dan, es alimentarme sin comer (acto desdeñable, de masticar-tragar, de introducirme objetos de color), es que vuelo sobre el aire sólido.

Camino y retrocedo al avanzar arriba del camino, cuyo final inicié.

Dirijo dos piernas en esta calle, le llaman mote, yo carezco de nombre por ello nada para mi tiene significado ni final, ni avanzo ni retrocedo, pero estoy seguro de sentir que Comrichavri en la curvatura de esta calle con nombre impuesto desde el final.

domingo, 3 de enero de 2010

Recorrido a excepción de inicio

Cada grano en las arenas escorias de este mar
Toda la espuma desteñida del olear
Hay luces que no encienden vena ni fugaz
Hilos tejidos y mi corazón tornadizo
Esperan amarrar alas y coger al viento
Perseguir los soplos del poniente esta
Vez con rumbo emanado de la mesa sin altar

Ausencia de rojo, prevalece lo igual
Siento a causa de no pienso
El tiempo no ha existido, corrido he

Cabellos secos, pues sales suavizaron
Más de la piel, las entrañas sin ayer
Mis ojos no están a la mira de horizonte
Los he desconectado ya
Duermen pacientes, ministerio heredaron
¡Ay de los signatarios que velan sin lugar!


Bajo la arena reposa este pie
Las grietas fácilmente empiezan a ceder
La yunta compañero presta le espera
Para andar a la orilla del sendero
Que por la tarde hasta el fuego pacífico han de recorrer