lunes, 21 de mayo de 2012

Ayer me acordé de Sao Paulo



De manera constante hay terrenos de la creación, personas con gestos, árboles, edificaciones hechas por humanos y trozos de calles o alguna completa que me recuerda una emoción, que me recuerda, porque en el re, me vuelvo a asir de la cuerda.

Cada uno de esos cuerpos y escenarios entra por la pupila y ordena engendrar una imagen en mi mente, limítrofe a un sentimiento. La mayoría de las veces intento que esa memoria me deje una alegría, un placer. ¿Pero qué boca ha dicho que el placer no duele?.

Ayer, mientras rodeaba Ciudad Universitaria, montado en una bicicleta prestada. Vi un espacio que por muchos años he admirado. Por su única carga histórica, artística, social y progresista. Ciertamente produjo en mi interior muchas emociones, múltiples admiraciones y una retrospectiva.

Durante el recorrido, el sitio objetivo fue la Rectoría. La explanada de los edificios cubiertos de azulejos, otras pintadas a mano que muestran la historia de estas tierras y de sus alrededores. Estas obras se volvieron mi meta en el circular arribo, pues muchas veces las había observado y elogiado desde una posición lejana, torpe e infecunda, andando en automóvil desde la Av. Insurgentes.

Llegar pedaleando en esfuerzo físico. Recorrer las cuadrículas maniobrando en mi trasporte fue un juego divertido y de renovación para mis entretenimientos infantiles. Admirar las fastuosas escalinatas. Buscar y descender por la rampa para seguir recorriendo los jardines.

Jugar a revolotear los ojos para encontrar un ventilador amarillento y después un monitor dentro de las oficinas centrales. Contar las lámparas de piso que imaginé semejantes a enormes pelotas de un campo mexica, sólo que en estas de piedra rojiza, podría hasta sentarme a descansar.

Dirigirse hasta las construcciones más bajas para poder comprobar con mis propias palmas que eran azulejos los que integraban el mural, mientras me dejaba hurgar y deslumbrar por el sol complaciente, también acompañante de mi visita matutina.

Y ver los pasos, los túneles que me echaron en cara otra ciudad, otra tierra, otra humedad. Ahí vi y me regocijé con la líneas arquitectónicas que emularon Sao Paulo.

Los formadores de este emporio con sus calles, sus verdes, sus silencios y sus grietas tuvieron que estar en sintonía, tuvieron que conversar en algún momento o por años con los paulistas. Hojearon los mismos diarios o pienso que respiraron los mismos aires que de norte a sur viajaron.

Ahora ya no sólo tendré el túnel del Museo Nacional de Antropología para sentir y soñar que a Sao Paulo viajo.

Vendré a Ciudad Universitaria a rodar entre sus verdes explanadas, a maravillarme con piedras volcánicas, a ver carteles de movimientos estudiantiles, a observar niños y viejos caminando en las cortes escolares.

Apareceré y bajaré una pendiente de piedra que fue domada hasta quedar lisa para mi trote. Andaré entre pasillos abiertos y ahí, le daré otro beso a mi acompañante que también viajó a Sao Paulo, no por lo que sus ojos veían,  por lo que yo entre voces y  silencios le contaba.



martes, 15 de mayo de 2012

Da igual


Que me vaya
Que me venga
Da igual
La mente va conmigo

Bajo el sol de la costa
Entre la multitud citadina
Da igual
Pienso en lo mismo

Oscuridad de las diez de la noche
Luz al despertar tocando la ventana
Da igual
Quiero verter delirio

En un mes
En el siguiente
Da igual
Cambiante y constante

Con hambre aniquilante
Saciado de grasa saturada
Da igual
Queda un vacío

Que lea Susan Sontag
Que escriba un libro
Da igual
Las palabras son mías