jueves, 30 de junio de 2011

Por si no te vuelvo a ver

Te escribo estas letras durante una noche clara
Para decirte que mis ojos aún te miran
Para decirte que algunos días te me olvidas
Te escribo estas letras en una mañana llana

Te escribo estas letras sin color ni juicio
Porque negar que me tientas me quita un respiro
Porque negar que me tientas me mantiene vivo
Te escribo estas letras con matiz y ritmo

Te escribo estas letras con sonrisa en las manos
Será que mi piel guarda tus tiernos recorridos
Será que mi piel guarda dos golpes hendidos
Te escribo estas letras para no gritar de alivio

Te escribo estas letras sin solicitar al destino
Por si no te vuelvo a ver en mis años
Por si no te vuelvo a ver en el camino
Te escribo estas letras de un amor perdido

martes, 28 de junio de 2011

Uno de los dos miente

En una lejana y hermosa villa famosa por ser enorme y tener muchos pobladores, hay un misterio por resolverse. A este lugar llegan y salen miles de personas montadas en gigantescas aves todos los días. La villa está llena de casas muy altas, hechas de ladrillos rojos y grises que impactan a los visitantes por estar amontonadas cerca del río.

En la vereda 45 West hay una elegante posada de ladrillo gris arena a la que ha llegado un viajero llamado Dominico. El huésped luce como un hombre refinado e inteligente. Por su acento, parece venir de uno de esos países donde abunda el arte, la exquisitez y donde hace cientos de años vivieron magníficos reyes.

Cierta mañana, en esta posada que ofrece confort, sofisticación y una excelente ubicación a la mitad de la villa, ha ocurrido una tragedia cuya verdad solo conocen dos individuos: el distinguido visitante y la mujer que lava los tapetes.

A pesar de que ella todos los días limpia esmeradamente tapetes y otros lienzos del lujoso mesón, es conocida por tener unas bellas y delicadas manos color oscuro. Pero al amanecer de aquel día uno de sus admirados miembros ha sufrido un grave daño, la joven de 32 años rápidamente ha revelado que ha sido lesionada, que ha sido ultrajada ferozmente. El secreto está en saber si Dominico por perversidad, ha golpeado la puerta de su habitación para lastimar y herir a la mujer que proviene de una aldea aislada llamada Guinea, o ella, intencionalmente se ha lastimado sus antes intachables manos mientras hacía otras tareas y con maldad y ventaja, ha querido culpar al viajero.

La única verdad es que alguien miente. La disputa y el enigma se podrían solucionar si uno de los dos sujetos pudiera reconocer su falla y culpabilidad; pero uno de ellos, desde su soberbia, no lo declarará.

A la vieja ama de llaves de la posada, este misterio le recuerda cuando hace años, dos pequeños que sentados a la mesa comían acompañados de sus padres, tiraron el hermoso y más lujoso jarrón que la casona haya poseído. Aquella ocasión, el niño mayor apresuradamente habló para culpar a su hermano del accidente, pero la rubia criaturita con una cara de inocencia no tardó en regresar la acusación con su pequeñito índice. El jarrón, que cayó quebrándose en miles de trozos al suelo, nunca se supo quién de los hermanos lo tiró.

Dos misterios no se han podido resolver. La verdad no ha llegado a destellar porque alguien, una persona, ha mentido en la Posada Sofitel dos veces.