viernes, 7 de mayo de 2010

El tiempo de los lápices

Un buen montón de lápices fue reloj
Unos encarnaban seis meses, otros quizás dos
Eran manecillas cuyo ritmo dependía de mi voz
Susurros y acciones sujetos a escribirse en papel

Decidir escribir a lápiz o a pluma
Era acelerar los pasos a la puerta de salida
Si las puntas menguaban, el tiempo sería menor
Si los lápices se mantenían erguidos, lapsos transcurrirían
Tiempo por venir, no del que huele a adversario
Sino del que en demasía se sabe qué transitará

Había unos negros, otros del común amarillo
Uno muy peculiar, color café, con letras de un hotel paulista
Todos con puntas agudas, pues con frecuencia
Daba pasos para hacerlos más esbeltos
Lo hacía agitando mis manos para sentir el poder
De ser el dueño del tiempo, ocasión de una sola vez

Lápices no venían más, procuraba no echar más meses al corral
Nunca los tuve contados, desidia envuelta de irresolución
Algunos días reparaba en ellos, otros ni ojos ni voz
Siempre al lado izquierdo esperando una función
Varitas inertes, pero propietarias del don mejor
Lo sabían perfecto y seguro en la noches reían atroz

Calendario extraño mi mente instituyó
No eran meses, eran lápices con huesos de carbón
No hubo estaciones, desconozco si registran el calor
Cercados por una caja plástica ahora son memorias
El fuego transgresor de la vida los ha calcinado
Y el leñador que dotó la hoguera no he sido yo

1 comentario:

Miguel Ángel Ángeles dijo...

No dejo de pensar en la caja. En las líneas y en los trazos con los que dibujamos el entorno en el que vivimos. Con los pretextos que usamos como lápices para encarcelarnos a nosotros mismos. Me da miedo.

Gracias por todo lo que has hecho.