lunes, 17 de mayo de 2010

Los sueños en blanco y negro

Más de ochenta personas. Mujeres, ancianos, hombres, niños en brazos y otros ya corriendo en espera de que les abran las puertas a un cielo, a un nirvana que añoran, y que por sus rostros esperanzados parece que van al encuentro con fantásticos objetos inmateriales, con mágicas medicinas que les apaciguarán y por qué no, les desaparecerán cualquier dolor físico o carencia que también sus semblantes y vestidos reflejan.

Los he visto por un par de minutos. No es la primera hora de la mañana, así que no sabré cuantas vueltas al reloj han dado las manecillas grandes ni las pequeñas desde que ellos empezaron a arremolinarse. Por los colores de las faldas, se que varios vienen de muy lejos. Bueno, en verdad no son tantos los kilómetros, pero los deplorables caminos que bajan de La Perla han instaurado un sinuoso y prolongado trayecto.

Unos señores de piel morena y manos aún más oscuras, hablan animosos entre ellos. Un joven abraza embusteramente cariñoso a una chica que en menos de tres meses podrá llamar su mujer, ambos uno encima del otro, se arriesgaron a recargarse en una de las ventana del palacio glorioso. Otra mujer regaña a sus pequeños, uno de los cuales seguro no es hijo suyo, tal vez sea hijo de su vecina o de su hermano, pero lo ha traído hasta aquí para que reciba la parte de su regalo de cielo, para que vea por primera vez que existe un mundo de caricatura, que acaricie e intente montar los coloridos carruajes de un rey europeo y que se maraville al descubrir la caja mágica más grande que pueda imaginar, aquella arca que se ríe, que espanta a los que se atreven a poseerla, ese baúl que no deja dormir y que muchas veces escribe los sueños de la noche y aún roba los de la vida.

Paso exactamente por la esquina del castillo. Aunque haciendo distintas diligencias y movimientos, los más de ochenta esperan todos ansiosos, ya no soportan más las ganas de caminar por esos pasillos blanquecinos, llenos los techos de luces como estrellas. Este palacio es tan distinto a sus habitaciones de cartón y madera. Aquí está lleno de cristales y de aparatos de sonido con etiquetas de seis mil ochocientos pesos. Aquí hay más de un baño para los invitados, aquí aprietan un botón y mágicamente aparece agua en lo que ellos no saben que se llaman excusados. En este majestuoso edificio hay una música de fondo distinta a los cánticos de los grillos de la sierra mojada, lo que les exacerba el deseo de poseer todo lo que miran, aunque no conozcan su utilidad. En esta casa de muchos pisos hay varios competidores que se prueban zapatos puntiagudos que en pisos de tierra pronto acabarán por descarapelarse.

Hay familias completas que esperan. He dado la vuelta por la esquina y las puertas han sido abiertas.
- ¡A correr!
- ¡Apúrale chamaco que el vestido rojo que quiero (aunque mi cuñada ya lo tiene, pero en amarillo) me lo van a ganar!
- Amor, ¿Nos compramos la pantalla más grandotota que veamos?
Van entrando a empujones pero ya sonríen. Unos irán a pagar primero los ciento veinticuatro pesos de esta semana, para abonar a la deuda del celular que le compraron a la hija hace catorce meses y que ya no quiere usar porque vio en la caja de colores chillantes que ya hay uno que sirve de espejo y que ninguna de sus amigas de la tele (telesecundaria) tiene todavía.

Unos vienen de La Perla , otros de la sorprendente sierra de Zongolica. Casi llego al final del palacio y recuerdo las historias que mi abuelo Abraham me contaba, de las condiciones de opresión y feudalismo que inundaban Orizaba antes de la gran huelga textil, donde unos señores funcionaban como amos de los esclavos obreros y de sus esposas e hijos.

Cuando recuerdo esas pláticas de mi abuelo regulares en mi casa por las noches, las dibujo en blanco y negro, pero este domingo veo el palacio Coppel a colores, veo la estridente blusa rosa de esa niña que juega con la muñeca de los ojos verde tomate. ¿Qué no me contó que en los años que él nacía, a los más pobres les imponían los productos que podían consumir únicamente?. ¿Qué no explicaba que los obreros pagaban hasta cuatro o cinco veces el valor real de un litro de leche?. ¿Qué no logré distinguir que él mismo se asombraba que después de tantos años los hombres parecían contentos de entregar no sólo sus horas de trabajo a las fábricas textiles, sino de entregar sus vidas completas en las libretas de registro de deudas.

¿Por qué en este palacete no cuelga a colores o aunque sea en blanco y negro un letrero:“Tienda de raya”?.

8 comentarios:

Miguel Ángel Ángeles dijo...

Porque a veces la mentira se disfraza de formas que casi nadie puede ver... pocos tienen esa capacidad.

Me recordó a Lalla hablando sobre Marsella, sobre la gente arremolinada en las calles, los niños llorando, los gritos y los rostros de gente a la que nunca conoceremos. Marsella y Orizaba... África y Zongolica... todas juntas en un texto... wow...

Un abrazo...

Miguel Ángel Ángeles dijo...

* cuando digo capacidad, me refiero a la capacidad de ver detrás de esos letreros de Coppel que en realidad dicen 'tienda de raya', no a la capacidad de mentir...

otro abrazo

Martha dijo...

Me gusta cómo lo relatas.
En solo dos minutos de mirada, logras la descripción y reflexión de cómo funciona la vida.
Buena lectura!!

Marion dijo...

Estamos inundados de Tiendas de Raya.
Les consumimos todos los productos, espero no lleguemos a consumir la esfera la idea de vidas mediocres y livianas.

Anónimo dijo...

Hola,


me encanto recordar Orizaba, la manera que lo haces me llevo por un momento a esos lugares y me impresiono encontrar lo que yo nunca había visto de esa manera, a la gente, a los lugares y a esas tiendas de raya.

Me gusto ver también los recuerdos de mi abuelito Abraham, a veces pienso que lo voy a ver otra vez( yo sé que lo veré) saliendo de esa puerta de madera y recargarse en el árbol de naranja que estaba enfrente.
Me hiciste recordar muchas cosas y también darme cuenta de otras de como son el día de hoy.

Saludos y sigue adelante. Abraham

Oscar dijo...

Este relato me hizo pensar que casi siempre pienso en blanco y negro...

FEDERICO G. dijo...

VER AL RECORDAR Y RECORDAR AL VER!

LA MENTE ESCRIBE ME PARECE MAQUIAVÉLICO-DESVINCULANTE

yguana rosa dijo...

Un rostro que sonríe irónicamente, silencios que se prolongan a la luz de una vela...con frecuencia, son codificada sepultura de muchas memorias.
Y personas que han vivido a otros ritmos, con otras formas de vibrar en el día día; y, luego, llegan hasta nosotros, definitivamente, tiene otro lenguaje, otras maneras de hablar, de callar y de no contarnos sus secretos suenios sepultados con ahínco.
Por qué no aprendemos, casi nunca, a leer hasta el fondo de las almas...? A mirarlas de frente y entender...!
Saludos!