miércoles, 15 de septiembre de 2010

Ilustración del tiempo

Más de una vez en mi mente se ha germinado la semilla ¿Qué es el tiempo?. Aparece sin color alguno, aunque en ocasiones, por capricho, decido proveerle color de maíz mojado a punto de convertirse en nixtamal. La pepita posa en tierra fértil, pues la humedad de mis curiosidades sigilosamente se acerca formándole grietas por donde la calan reciamente, apuntando que aquello es una invención del hombre, que ha sido la pura necesidad de entendernos en el espacio.

Es cuando la semilla luce otra tonalidad, es cuando parece que de ella brotará una pequeña rama de sabiduría-linaje que explique a mi rústico y escaso entendimiento si el tiempo en verdad existe.

Cuando veo el sol salir, la gente lo llama inicio de día e incluso da risa que haya nombre para lo que lo antecede, la invocada madrugada. Se dice día porque hay luz solar, se dice que en ese lapso los objetos son más claros y que en él la gente realiza la mayoría de sus labores, que cuando hay sol la gente es que vive, y cuando ese foco se aleja para alumbrar las olas del pacífico, los de este continente dormimos y que esa duración es para soñar. Como si no soñáramos con los ojos bien abiertos cuando el astro se combustiona por arriba de nuestras cabezas.

En una mesa existen granos de arena que cuadriculan las esperas, que determinan si tardaste mucho o poco para sentarte enfrente, y de día, mirarme a los ojos.

En la propia mano de mi padre viran trazos que le dictan saber que el momento ha llegado para salir de casa e iniciar una visita de ministerios. Aquellos trazos como parásitos bastardos de la madre que los acoge han adoptado el título de manecillas.

En lo alto de la pared primera de esa blanca habitación cuelgan las papeletas que gritan que ya deben llegar los días lluviosos y que pronto las puertas de una casona escolar serán abiertas para ir a sentarse a escuchar voces algo expertas.

En la piel sobre la mejilla se dibuja que los soles han descansado y que las luces artificiales han pernoctado.

La semilla empieza a germinar y me deja ver que la respuesta es el viento que danza y en su vaivén arrastra Ilusiones, que despeina y revuelca los pétalos de los delirios, es la corriente que gira sin caducidad por destino, espera nada porque no conoce plazos. Mi mente (o quizás la semilla) cede porque se sabe incompleta, porque se mira con sus propios ojos la espalda de sí misma y se sabe imperfecta, porque semejante se ha llamado mente, porque es necia y en su terquedad encuentra que respirará sólo un lapso en las entrañas del viento al que jactanciosamente ha designado tiempo.

*Cuando: Adverbio que señala un punto en el tiempo. Tengo que deshacerme de él.

2 comentarios:

Miguel Ángel Ángeles dijo...

Es el 'cuando' una justificación de la razón, otra gran invención de esa musa asesina a la que llamamos mente, quien a veces es esclava del corazón y en el peor de los casos también del cuerpo...

al final, otro de sus inventos, aquél llamado 'sueño' es un buen pretexto para seguir adelante...

Emiliano dijo...

Me encanta la narrativa.
Cómo deshacerse del tiempo sin que él se deshaga de nosotros.