jueves, 1 de septiembre de 2016

Mi encuentro con la Mujer Más Bella del mundo


Ella entró caminando de prisa, sobre unos tacones que aumentaban más de doce centímetros a su estatura de Miss Universo. Se formó en la fila y ordenó un café alto. Puse mucha atención para escuchar si pedía alguna leche especial pero parece que no echó mano de la variedad que ofrecía el local.

Lo que no pude creer al verla, fue que mientras le preparaban el café se dirigiera hacia el pasillo que lleva al baño. ¡No podía creerlo! Se estaba cumpliendo, frente a mis ojos, ese gran dicho popular que dice: “hasta la muchacha más guapa, hace su... visita al baño”.

Yo estaba escribiendo y enviando algunos correos desde mi mesa, ella solo estaba de paso en la cafetería. Ella fue Miss Universo 1991 y yo me había graduado de la Universidad en 2005. Ella es famosa y yo también (entre los míos) ¿Cuál es la diferencia entre una persona exitosa y otra? ¿Qué hace que pensemos que una persona es especial o tiene mayor valor que otro?

Yo miré una mujer guapa, de pasados cuarenta y cinco años. Vestida al estilo cotidiano de la colonia en la que nos encontramos. Los jóvenes baristas no dieron ni seña de reconocerla, mucho menos de emocionarse al atenderla. Pero por dentro yo me debatía: esa mujer ha estado en mi cabeza por muchos años.  

Cuando regresó a recoger su bebida, estuve a punto de pedirle una foto pero algo me ponía nervioso. Quizás fue el peso del recuerdo de ver en televisión a aquella mujer mexicana ganar por primera vez la corona de Miss Universo. Quizás la fascinación hacia aquello que nos parece un logro máximo y soñador.


Me lamenté no tener una imagen para ilustrar este relato y hacerlo más verídico. Pero finalmente pensé que no la necesitaba. Con seguridad ella es una gran persona al igual que yo. Con seguridad mi admiración hacia su éxito es una acción que puedo tener hacia mí mismo y hacia cualquiera de las personas que me rodean. Ella misma me dio la lección de ser una mujer común y de ser simple pero verdadera. Ella misma recogió su café cuando el joven camarero gritó María. Y yo como despedida solo dije: ahí va María Guadalupe Jones. 

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