Un hombre gritaba
“yo no me voy a morir nunca”
Afuera de la catedral
La gente pasaba de frente
En silencio cavilaban distinto o igual
Los gritos salían con tremenda fuerza
Anunciaban miedo, un rechazo, una negación
Sin edad el alma con cabellos blancos
No aceptaba su finita condición
Entre cientos repetía su voz a cada hombre
Con irracional reclamo de no saber quien es
Todos tiraban a loco el mensaje del loco
Aunque en el fondo desearan creerle bien
El clamor no se detuvo nunca en las paredes
De la catedral metropolitana
Ni se enredó en sus rejas inmóviles
Voló sigilosa por la calles de la ciudad
Entonces bajé escaleras hacia el metro
Escuchando una conversación interna
Con el alma de aquel hombre necio
Que discutía con la mía indefensa
Los gritos de aquel mortal vivo de la catedral
Me acompañaron por varios días
Hasta despertar esta mañana
Gritando en silencio “Un día yo estaré muerto”
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